Pequeño fragmento del libro:

I

Encendiendo la llama
(21 de junio de 1968)



1) Breve historia de una milenaria ciudad


-Hoy vamos a ir a Teotihuacan -afirmó Regina al tiempo que daba una zancada que le permitió no tener que pisar una hilera de hormigas. Sus palabras produjeron un evidente regocijo en las tres personas que la acompañaban, especialmente en don Uriel.

-Vaya -exclamó con festivo acento el primero de los nuevos olmecas-, al fin quiere regresar al lugar donde inició su misión. Seguramente tendrá sus muy buenas razones para querer ir precisamente hoy que es el solsticio de verano.

-Eso lo hace un muy buen día, pero más que nada quiero ver qué tan avanzadas están las obras de restauración de las que tanto me ha platicado, especialmente lo que se ha hecho en la Pirámide del Sol.

-Creo que será una bonita mañana -opinó Leticia al observar que los primeros rayos del sol dejaban ver un cielo claro y despejado.

-Pero no dudo que en la tarde caiga un buen aguacero -sentenció el Testigo-. Este año ha estado lloviendo muchísimo.

 [...]

-Sí que estamos de suerte, no cualquiera puede darse el lujo de ir a las pirámides con el arquitecto que las construyó; hoy sí vamos a conocer todas las respuestas a la bola de enigmas que hay en esos monumentos.

Don Uriel esbozó una sonrisa y dijo:

-Házmela buena, yo lo único que traté de hacer fue poner unos cuantos remiendos de albañil en algunos lugares, pero ni siquiera eso pude terminar antes de que me corrieran por inepto. Y en cuanto a que sepa algo de los misterios de Teotihuacan, creo que ahora los entiendo mucho menos que cuando se iniciaron los trabajos de restauración, más bien esperemos que ella pueda  muchas cosas al respecto, -al decir esto el arquitecto despegó una de sus manos del volante para señalar a Regina.

-Todos los Guardianes dicen que usted es ahorita la persona que más sabe en el mundo sobre Teotihuacan -afirmó Regina-. Según ellos le pasaron cuanta información tenían sobre este centro sagrado para que la restauración se pudiese hacer lo mejor posible.

-Eso es cierto, en lo que se refiere a que me dijeron cuanto sabían, pero lo que pasa es que la diferencia entre lo que se sabe sobre esto y lo que se debería de saber es inmensa.

-¿Qué les parece si abordamos el asunto metódicamente? -preguntó El Testigo-. Las primeras preguntas que a mí se me ocurren son: ¿Qué es realmente Teotihuacan y quiénes y cuándo la construyeron?

[...]

-Teotihuacan es a un mismo tiempo un templo, una universidad, un instrumento musical y una máquina de manejo de energías cósmicas. Dar la definición de lo que es Teotihuacan es fácil, lo terriblemente difícil es lograr que estas funciones no sean meras posibilidades sino que se transformen en una cotidiana realidad. Ahora, en lo que se refiere a quiénes y cuándo la construyeron por vez primera, la verdad no creo que haya nadie que pueda responder con toda exactitud a esas preguntas. Existen desde luego las respuestas de los arqueólogos e historiadores; según ellos, la ciudad fue hecha unos cuantos siglos antes de la Era Cristiana. Con muy buen sentido del humor, me imagino que involuntario, los especialistas responden a la pregunta de quién construyó Teotihuacan diciendo que fueron los teotihuacanos.

-¿Y qué es lo que dicen sobre esto los Guardianes de la Tradición? -preguntó Regina.

-Que la ciudad fue edificada por gigantes hace muchos miles de años, sin que sea posible precisar la fecha, pues ocurrió en una época inmemorial; es imposible saber, al menos para mí, si al decir gigantes se debe entender personas de gran estatura física o más bien seres de gran desarrollo espiritual. Como quiera que sea, el hecho es que después de un largo período de esplendor la ciudad decayó y fue abandonada, convirtiéndose, como volvería a ocurrir más tarde, en un simple montón de escombros cubiertos de maleza. Alrededor del año 1000 antes de Cristo se inicia la segunda época de Teotihuacan, ésta es ya la época que conocen parcialmente los arqueólogos y que equivocadamente consideran como la totalidad de la historia de la ciudad.

-O sea -afirmó El Testigo-. que lo que se inició en el primer milenio antes de Cristo fue una restauración de la ciudad que llevaría con el tiempo a otra época de gran esplendor.

-Así es.

-¿Y quién inició esa restauración? -preguntó Leticia.

Los mismos que estamos intentando hacerla ahora, los olmecas. En esa época, tal y como ocurre en nuestros tiempos, las condiciones eran propicias para la reactivación del chakra de México y la consiguiente creación de cuatro nuevas culturas. La primera de ellas fue la olmeca y sus integrantes se dieron a la tarea de limpiar y echar a funcionar muchos centros sagrados que llevaban siglos de estar inactivos. Uno de los más importantes era y sigue siendo Teotihuacan, así que procedieron a su completa restauración, para que recuperase sus funciones de templo, universidad, orquesta y maquinaria.

-¿Todas simultáneamente? -inquirió Regina.

-Bueno, sí y no. Aun cuando desde el principio la restauración debe haber abarcado los cuatro aspectos, todo parece indicar que en su primera fase, la olmeca, se puso un énfasis especial en sus funciones de templo, convirtiéndolo en un santuario súper sagrado.

-¿Eso quiere decir que hubo varias fases en esa restauración que se inició hace tres mil años? -preguntó El Testigo.

-Por supuesto, fueron cuatro. La segunda estuvo a cargo de los mayas. Ellos prestaron una particular atención a todo lo que tiene que ver con los aspectos de universidad que posee Teotihuacan. Y lo hicieron en grande. El centro ceremonial es también una especie de gigantesca biblioteca que contiene miles de datos en las proporciones, dimensiones y relaciones de cada uno de sus edificios. Hay de todo, complicadísimos modelos matemáticos, reproducciones a escala de constelaciones, precisas indicaciones sobre las órbitas de los planetas. La ciudad está llena de los más inimaginables sistemas para efectuar cálculos y más cálculos sobre todo lo habido y por haber, especialmente sobre los ciclos de los astros. Apenas si se ha empezado a explorar unas cuantas cavernas naturales en donde mediante pozos de agua se median los movimientos de quién sabe cuántas estrellas.

El auto en que viajaban había concluido su recorrido por la Avenida de los Insurgentes e iniciado su avance sobre la carretera que conduce a la antigua metrópoli imperial.

[...]

-Nos estabas explicando -dijo El Testigo dirigiéndose a don Uriel- que la anterior reconstrucción de Teotihuacan tuvo cuatro fases. ¿Cuáles fueron las dos siguientes?

-La tercera fue la zapoteca, esos amigos se centraron en desarrollar al máximo las posibilidades que posee este centro sagrado como instrumento musical. Y así como los mayas consiguieron que cada piedra de Teotihuacan contuviese un mensaje de profunda sabiduría, los zapotecas lograron, con su amor y sentido de la armonía, integrar de tal forma las distintas construcciones que éstas entonaban de continuo una perfecta sinfonía.

-¿Y cómo fue posible eso? -preguntó la enfermera dirigiéndose a Regina y dejando ver en su rostro una expresión que fluctuaba entre el asombro y la incredulidad.

-Todo lo que existe está vibrando y emitiendo sonidos -contestó la interrogada-. El poder escucharlos  con claridad requiere de cierto entrenamiento, pero de cualquier manera se perciben y producen efectos. Los mejores artistas lo son porque tienen la capacidad de intuir los sonidos característicos de los seres y de las cosas, Hay una armonía musical que logra expresarse en forma de arquitectura, escultura, pintura o cualquier otro tipo de arte. Lo mismo ocurre en lo que se refiere a las sociedades, éstas pueden estar organizadas para entonar una melodía o tan sólo, como sucede ahora, puros ruidos desafinados. En las ciudades sagradas no sólo era la adecuada construcción y ubicación de sus edificios la que generaba una música bellísima, sino también la armónica integración de sus habitantes.

-Pues eso justamente es lo que han de haber hecho los zapotecas -complementó don Uriel prosiguiendo con su explicación-. La cuarta y última fase en la náhuatl. Es la más conocida por ser entonces cuando Teotihuacan alcanza su máximo esplendor.

-¿Cuánto tiempo abarca esta fase? -preguntó El Testigo.

-Más de mil años, va del siglo V antes de Cristo al VII de nuestra Era. Es entonces cuando puede hablarse propiamente de una gran ciudad, pues se convierte en la capital imperial de lo que fue el primer Imperio Tolteca. Esto por supuesto hace las delicias de los arqueólogos que se la pasan extrayendo y clasificando toneladas de restos de toda clase de cosas, desde vasijas ceremoniales hasta trastos de cocina. Su trabajo es muy útil para ir logrando saber un poco de esa época, ya que no se dispone de documentos escritos sino únicamente de vestigios arqueológicos; sin embargo, me da la impresión de que por estar tan metidos en los detalles, inventando nuevas formas de clasificación para los objetos que encuentran, los arqueólogos no alcanzan una visión de conjunto que les permita comprender cuáles eran realmente las funciones que realizaba en ese entonces esta ciudad.

-¿Y cuáles eran? -inquirió Leticia.

-Los nahuas transformaron a Teotihuacan en una especie de increíble maquinaria capaz de captar y aprovechar, para beneficio no sólo de la humanidad sino del planeta mismo, las más poderosas energías cósmicas.

-¿Y cómo pudieron lograr semejante cosa? -preguntó la enfermera al tiempo que su semblante reflejaba de nueva cuenta incredulidad y sorpresa.

-La verdad no lo sé bien a bien, tan sólo tengo unos cuantos fragmentos aislados de información sobre esto, pero no sé por qué me imagino que en este coche hay alguien que nos podría aclarar muchas dudas al respecto...